martes, 17 de enero de 2012

Instrucciones para matar hormigas en Roma


Las hormigas se comerán a Roma, está dicho. Entre las lajas andan; loba, ¿qué carrera de piedras preciosas te secciona la garganta? Por algún lado salen las aguas de las fuentes, las pizarras vivas, los camafeos temblorosos que en plena noche mascullan la historia, las dinastías y las conmemoraciones. Habría que encontrar el corazón que hace latir las fuentes para precaverlo de las hormigas, y organizar en esta ciudad de sangre crecida, de cornucopias erizadas como manos de ciego, un rito de salvación para que el futuro se lime los dientes en los montes, se arrastre manso y sin fuerza, completamente sin hormigas.



Primero buscaremos la orientación de las fuentes, lo cual es fácil porque en los mapas de colores, en las plantas monumentales, las fuentes tienen también surtidores y cascadas color celeste, solamente hay que buscarlas bien y envolverlas en un recinto de lápiz azul, no de rojo, pues un buen mapa de Roma es rojo como Roma. Sobre el rojo de Roma el lápiz azul marcará un recinto violeta alrededor de cada fuente, y ahora estamos seguros de que las tenemos todas y que conocemos el follaje de las aguas.

Más difícil, más recogido y silencioso es el menester de horadar la piedra opaca bajo la cual serpentean las venas de mercurio, entender a fuerza de paciencia la cifra de cada fuente, guardar en noches de luna penetrante una vigilia enamorada junto a los vasos imperiales, hasta que de tanto susurro verde, de tanto gorgotear como de flores, vayan naciendo las direcciones, las confluencias, las otras calles, las vivas. Y sin dormir seguirlas, con varas de avellano en forma de horqueta, de triángulo, con dos varillas en cada mano, con una sola sostenida entre los dedos flojos, pero todo esto invisible a los carabineros y a la población amablemente recelosa, andar por el Quirinal, subir al Campodoglio, correr a gritos por el Pincio, aterrar con una aparición inmóvil como un globo de fuego el orden de la Piazza della Essedra, y así extraer de los sordos metales del suelo la nomenclatura de los ríos subterráneos. Y no pedir ayuda a nadie, nunca.


Después se irá viendo cómo en esta mano de mármol desollado las venas vagan armoniosas, por placer de aguas, por artificio de juego, hasta poco a poco acercarse, confluir, enlazarse, crecer a arterias, derramarse duras en la plaza central donde palpita el tambor de vidrio líquido, la raíz de copas pálidas, el caballo profundo. Y ya sabremos dónde está, en qué napa de bóvedas calcáreas, entre menudos esqueletos de lémur, bate su tiempo el corazón del agua.

Costará saberlo, pero se sabrá. Entonces mataremos las hormigas que codician las fuentes, calcinaremos las galerías que esos mineros horribles tejen para acercarse a la vida secreta de Roma. Mataremos las hormigas con sólo llegar antes a la fuente central. Y nos iremos en un tren nocturno huyendo de lamias vengadoras, oscuramente felices, confundidos con soldados y con monjas.

Julio Cortazar

domingo, 15 de enero de 2012

Amo tanto la vida

Amo tanto, tanto la vida, que de ti me enamoré, 
y ahora espero impaciente ver contigo amanecer. 
Si se acaba este milagro, si se consume mi voz, 
si me das un último portazo, ¿en qué calle moriré yo? 


Estás tan bonita esta noche, te sienta el pelo recogido tan bien. 
Pídeme cualquier deseo, poco te puedo ofrecer. 
Lloras, gritas, bajo la lluvia, como el ángel Lucifer. 
Somos de nuevo herida abierta, mala tierra trágame. 


Trágame. 


Amo tanto, amo tanto la vida, que de ti me enamoré, 
y de amarte tanto, tanto, puede que no te ame bien. 
Si yo fuera tu asesino conmigo nunca tendría clemencia, 
y me condenaría a muerte, que es condenarme a tu ausencia. 


Que no haya mas despedidas, que no eres Ilsa Lazlo ni yo Rick Blaine, 
ni soy tan idiota, no te dejaría ir con él. 
El próximo avión que tomes conmigo lo tendrás que hacer, 
y el camino de regreso yo te lo recordaré. 


Yo te lo recordaré.


(Ismael Serrano)




Descubierto una temprana noche de domingo.