El mundo visto en tus ojos abiertos
tiene un tono descubierto
apenas listo en
estos días de luz y sol que me deslumbran
que me iluminan y alumbran
y me conceden la dicha de tus ojos
cuando se han posado
y yo los quiero tanto
como quiero ser tu preso,
como quiero darte un beso
y contagiarte toda mi felicidad
y qué me importa
si ya no te dejo de mirar.
Ten mi voz, mis hojas de noviembre
que mi canción no perseguía otro fin
que comenzar diciendo que hoy he venido a verte
a ver si podía hacerte sonreír,
a ver si podía hacerte sonreír.
Quisiera acariciar con mis palabras
la tersura de tu espalda
y en tus hombros poner un beso
y un manto de caricias
como el roce de la brisa
y beberme tu sonrisa
y agotar tu siempre boca
manantial y acariciarte
con mi música
y andarte tarareando
y aún llevarte
como llevo mi guitarra a donde voy
y qué me importa
si ya no te dejo de tocar.
Tus manos son la suavidad que extraño
para detener el mundo
y elevarlo hasta mi boca
y respirar de su perfume,
son las flores de tus brazos
que detienen los pedazos de mi vida
que hoy se arrastran hasta aquí
para sembrarse,
para crecer y acunarte entre mis ramas
y cubrirte de cuidados
esta vez y para siempre
y qué me importa
si jamás te dejo de abrazar.
Fernando Delgadillo
jueves, 20 de octubre de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario